La lavanda, una planta muy especial

La lavanda es una de esas plantas fáciles de mantener en nuestro jardín, por lo que resulta una gran elección. Debemos saber que esta planta está adaptada a unas condiciones de sequedad casi extrema, por lo que tenemos que evitar un exceso de humedad en la zona y procurar ponerla en una zona alta y bien drenada del jardín.

Si nos damos cuenta, la lavanda silvestre crece en la naturaleza incluso en los taludes, una zona de donde el agua se evapora con gran rapidez. Podemos encontrar la variedad «stoechas» que crece en la dehesa extrema, con una zonas climáticas complicadas con suelos áridos y una gran exposición solar durante todo el año.

La utilización normal de la lavanda suele ser en maceta, en macizo o aislada, pero siempre deberemos respetar sus necesidades. Una de las mejores opciones es combinándola con con otras plantas como el romero, el tomillo o la olivilla.

Esta planta floreces en torno a la primavera y sus flores son un espectáculo visual pues su color morado es muy llamativo. La lavanda suele alcanzar una altura de entre 70-90 cm. y es muy aromática.

Para conseguir unos bonitos ramilletes de lavanda, solo tenemos que cortar los tallos cuando están en flor, atarlos en ramilletes, y dejar que sequen boca abajo. Después podemos usarlas para adornar y que su aroma se esparza por toda la estancia.

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